LOS VERGONZANTES
Hay un pequeño museo de monstruos
que cada quien oculta al fondo
de su corazón o su deseo,
culpables de no olvidar
como si no tuviéramos suficiente
con el agua sucia que hay que beber todos los días
para aplacar la sed de vivir
monstruos que alguna vez se atreven
a dar tímidos saltos aberrantes
como diciendo: "acostumbraos a nosotros.
Somos vuestra íntima parentela".
Hay un pequeño museo vivo y vergonzante
que se tiene alguna vez que revisar
para apaciguar el brillo
de nuestra imagen sobre los espejos.
Para que nos alcance
la gracia de la humildad de los manchados
negada al ángel
cuyo terrible castigo
es no poder amar.
que cada quien oculta al fondo
de su corazón o su deseo,
culpables de no olvidar
como si no tuviéramos suficiente
con el agua sucia que hay que beber todos los días
para aplacar la sed de vivir
monstruos que alguna vez se atreven
a dar tímidos saltos aberrantes
como diciendo: "acostumbraos a nosotros.
Somos vuestra íntima parentela".
Hay un pequeño museo vivo y vergonzante
que se tiene alguna vez que revisar
para apaciguar el brillo
de nuestra imagen sobre los espejos.
Para que nos alcance
la gracia de la humildad de los manchados
negada al ángel
cuyo terrible castigo
es no poder amar.
PROCLAMA SOBRE LOS ANGELES
Quisiera no tener el corazón tan a la vista,
aspirar el aroma de la flor a través de una larga
trompa de elefante.
Quisiera que Dios se multiplicara por partenogénesis
y hubiera un redentor para la piedra,
otro para las bestias,
otro para los árboles.
Y puesto que el agua y el fuego son purificadores
la satisfacción de la sed nos lleve a la pureza,
la enfermedad al bien,
la desesperación a la sabiduría.
Quisiera que todos dejen de gritar,
que cada cual tome lo que necesite
y nada más de lo que necesite.
Pero entonces los números serían inútiles
e inútiles las previsiones del porvenir.
Pero entonces habríamos
dejado de ser hombres.
Y el castigo del ángel habría terminado.
aspirar el aroma de la flor a través de una larga
trompa de elefante.
Quisiera que Dios se multiplicara por partenogénesis
y hubiera un redentor para la piedra,
otro para las bestias,
otro para los árboles.
Y puesto que el agua y el fuego son purificadores
la satisfacción de la sed nos lleve a la pureza,
la enfermedad al bien,
la desesperación a la sabiduría.
Quisiera que todos dejen de gritar,
que cada cual tome lo que necesite
y nada más de lo que necesite.
Pero entonces los números serían inútiles
e inútiles las previsiones del porvenir.
Pero entonces habríamos
dejado de ser hombres.
Y el castigo del ángel habría terminado.
FUENTE: http://ecuadorliteratura.homestead.com/files/poesia/cejaramillo.htm?%3Ecarlos%20eduardo%20jaramillo%3C/a%3E%20(ecuador),%20%3Ca%20href=/
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